martes, 15 de enero de 2008

hibridación de géneros con el pie vendado

MIENTRAS AGONIZO

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Imaginaba lo mismo, siempre imagino lo mismo: yo, mi cama del hospital y gente que desfila, familiares incógnitos, amigos sin teléfono, conocidos, panaderos, transeúntes. Todos dando muestras de cariño, cariño que nace tras mi enfermedad sin reparo, tras la conciencia de mis pocos meses de vida, qué digo meses, horas, semanas, siglos. Oh, mira qué libro, toma faulkner, que te acuerdes de mí cuando lo leas, la tele funciona con monedas, te voy a traer unos calcetines de colores. Me agradaría ver la sonrisa de personas con la que jamás intercambié un saludo, que tan solo me habitué a ver. Por qué le haría un hueco a sus caras descoloridas. Me agradaría verlos en su artificio, excesivo siempre, cordial, más o menos como nos encontramos todos al filo de la muerte.

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Me agradaría ver a mis familiares remotos celebrando mi consanguinidad, diciendo qué bien que sea familia nuestra, qué gran hombre va a dejarnos, qué pena tanto amor y no poder nada contra la muerte, no somos nadie, siempre los justos tienen que morirse antes, por qué dios mío. Me agradaría ver a los amigos que dejaron de serlo, en los que fue más fuerte el sofá vacío que nuestro lazo, en los que pesó más la carne irritada que el irritado espíritu; me dirían ¿recuerdas?, el mundo era medio nuestro, ja, que risas, qué tiempos aquellos, qué gracioso el tiempo que tardamos en abandonarnos, que te mejores y que sepas que te llevo en el corazón, o en las costillas, o en los tobillos, pero que te llevo, chaval. Me agradaría aún más la sonrisa de los enemigos, de los que nos odiaron contra todo pronóstico, los que nos profesaron odio a primera vista. Qué bello reunir mi risa de rencor con su risa de espanto, qué bello oír sus palabras, reconozco que al principio no me caíste bien, pero ahora que te vas a morir me empiezas a parecer simpático, soy malo pero no tanto como para agriarte tu final de vida, ja, ja, de todas formas si te incordio ahora no lo vas a recordar.

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Y así, se congregarían todos mis conocidos en mi habitación, charlando, conociéndose entre ellos, tomándose los números de teléfono, diciendo que qué cosas tiene la vida, si él no se fuera a morir no nos habríamos conocido, flechazos mientras agonizo, parejas que se forman, oh, te quiero tanto, desde el momento en que te vi, eres la mujer de mi vida, qué habría hecho sin ti, besos, lenguas recorriendo el cuarto, óvulos fecundándose, te querré siempre, estirpes naciendo de una esquina de mi habitación del sanatorio, la dos siete cuatro, acuérdate, también parejas rompiendo, hay que darse cuenta, no tienes corazón, búscate a otra que te soporte.

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Ciertamente sería hermoso, sería suciamente hermoso degustar las muestras oportunas de cariño de personas hacia las que no siento nada, que me importan tanto como un semáforo averiado o un lunes entre el hielo. Hermoso, desquiciadamente hermoso, lo más hermoso del mundo.

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Por desgracia, ahora me encuentro en mi cama, tumbado, solo, con una tenue música de fondo que se plantea callar, y gozando de un perfecto y terrible estado de salud.

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Cambiando de canal, me pide el amigo Ben Clark que enlace este vídeo en el blog, no sé con qué fin oscuro:

http://www.youtube.com/v/hSLahvbwAkU&rel=1