domingo, 9 de mayo de 2010

qué me gusta

Hoy es un día blog. Se sabe. Hay una intuición que nace en la nuca y va extendiéndose como un tumor. El reloj acaba de dar el siglo XXI pero seguimos pensando con la médula espinal. Hoy es un día de blog y pienso la etimología de blog. Me gustan las etimologías. Ya tengo dos: las nucas, las etimologías. Las libélulas, mitos de mi infancia, nunca he visto una libélula quieta, nacen volando. Qué nombre tan espantoso tienen en inglés, dragonfly, ¿no? También me gusta dormir, pero no haber dormido. Me gusta hacer cualquier cosa en la cama. Hay algún motivo para vivir, aún. Qué sé yo, los tangos. Un disco de tangos remasterizado pero que conserve ese sonido defectuoso. Un sonido de llamas. Los tangos y en especial “Por una cabeza”. Me hace imaginar al amante en vilo, pendiente del resultado de la carrera de caballos. Como de novela de Zweig. O como el primer capítulo de Los Simpson, cuando parecían dibujados con acuarela. No sé si entiendo bien la letra de “Por una cabeza”, se oye mal. Decir que una canción es tu favorita y no haber entendido todavía la letra. Tú morirás, yo moriré, acabarán las obras del metro, el metro dejará de funcionar, el cielo será blanco nuclear y el universo quedará como una broma de mal gusto, pero aún resistirá algo, la ebriedad, el temblor inútil de haber existido Gardel, o Zweig, o Los Simpson. Qué más cosas me gustan. El vino. El vino tinto, claro. La plenitud absurda de las resacas de vino. Los labios, las encías moradas de haber bebido vino. Me estoy imaginando unos dientes de leche manchados de vino. Para Roland Barthes el vino y la leche son antónimos. Me gusta Barthes pero me da vergüenza, así que no vale. No me gusta que me guste. Me gusta que me guste Montaigne, la vida como deporte. “Nuestra vida es tan solo movimiento”. La bicicleta al sol. El sol. El mar bajo el sol y sobre todo de noche. Un baño repentino por la noche. No lo he dicho, las ensaladas. Sobre todo con rúcula y queso de cabra. El pepino, el salmón. El tomate, la caballa. Pertenecientes al segundo día de la creación, cuando había que ser sencillo y eficaz y verdadero. La comida de sitios que no sabría situar en un mapa. Me gusta el expresionismo alemán. Los ojos verdes, las postales antiguas y las postales recientes. Me gusta el primer día de primavera, su martirio feliz, mi ritual absurdo de escuchar “Here comes the sun” y “20 de març”, no saber seguro si el primer día de primavera es el 20 o el 21. Las gafas grandes. Muy grandes. La honestidad, que a alguien le apetezca tomarse una cerveza conmigo. Que alguien me sonría y me diga Se te va la pinza. Decir por ejemplo Soy consecuente con mi química y por eso como fósforo. Ponerse cursi bebiendo zumo y reírse y que salga por la nariz. El cine francés. El detalle de las gafas en L'amour en fuite. Las camas separadas en L'Atalante. Truffaut, Marker, Resnais, Malle, Rohmer, Eustache, Bresson, Techiné, Sautet, Assayas, Becker, Vigo, hasta Méliès y, sobre todo, Renoir. Ese empeño de filmar el aire. Firmar el aire. Lo que pasa entre unos y otros. Las conexiones. Aire. La canción “De aire” de Chucho. El aire, sólo me gusta el aire. Y el aire escrito por Chéjov. Desde hace siglo y medio se dice que la verdad es un cuento. De acuerdo, pero un cuento de Chéjov. Se dijo: Hemos comido muchas mentiras ya, vamos a hacer algo de verdad. Y escribió “El amanuense”. “Las grosellas”. Todo el mapa existe sólo por la X del tesoro y toda la vida puede vivirse por un árbol de grosellas, ¿o era un arbusto? Como William Carlos Williams. “El gorrión”. Esto he sido, un gorrión, lo hice lo mejor que pude, hasta otra. Franco Battiato. Nabokov. Marcel Schwob. Me gustan los Smiths, sus discos, sus carátulas. Me gustan las librerías. Quiero quedarme a vivir en Cincoechegaray, Calle Echegaray, número 5. Me gusta la ambigüedad. Los tortellini, los acordeones y las sinestesias. Qué lástima que ya nadie coma avena en estos tiempos, su vida sería más simple. No me gusta sufrir, pero sí haber sufrido. No me gusta madrugar, pero sí haber madrugado. Me gustan los radicales, pero los de verdad, San Agustín, Groddeck. Quien dice Panta rei. Quien dice All things must pass. No me inquieta el Pass, sino el Must. Me gusta tener un blog y escribir sólo dos veces al año. Me gustan los melocotones en ayunas y la posibilidad de que haya mariposas en una sala de tortura, como ver palomas en celo al otro lado del cristal durante una clase de Semántica. Me gusta el sentido del gusto. Me gusta la trascendencia de las tonterías.
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Una vez escribí un post sobre lo que odio. Era yo joven. Eso sí, siguen sin gustarme los dibujos de Escher ni las camisetas con dibujos de Escher, sigo odiando los planetarios, quitarme el cinturón en los aeropuertos, las contraseñas, la palabra “biorritmo”, los nihilistas subvencionados, las zanahorias, las enumeraciones y la gente que en lugar de un punto pone a la i un circulito.