No nos andemos con rodeos: los feos han dominado la historia. La de su tiempo y la posterior, para que un allegado dijera: uy, qué feo era, y otro contestara: sí, de acuerdo, pero cambió el mundo, así, a lo Gandhi y, a otra escala, a lo Teresa de Calcuta. Hasta la misma filosofía, que era una materia apasionante gracias a mozos como Tales o Heráclito, que vendían sus posesiones para dedicarse a meditar si el mundo sería de agua o, qué duda, de fuego, tuvo que joderla otro señor con los ojos hundidos en sus cuencas llamado Sócrates y, más aún, su ahijado Platón, que un día que libraba del curro se sacó del sobaco el Mundo de las Ideas. Las palabras son calco de una idea; y la palabra idea, ¿a qué remite? En toda su sabiduría no pudo contestarlo.
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De toda esa península desastrosa y onfaloscópica llamada Balcanes, sólo podría salvar a Alejandro Magno, que estaba bastante macizorro (porque si un rey macedonio no tiene un cuerpo danone, apaga y vamonós [risas de fondo]) y que le echó huevos al asunto (con 34 años tenía un imperio donde no se ponía el sol, o sólo a ratos) y, ya que sale el tema del sol, salvaría también a un heleno, que para colmo nació en Egipto, llamado Ptolomeo, al que se le ocurrió la loable idea de que la Tierra fuese el centro del Universo y los demás cuerpos girasen en torno a ella en orgánica procesión, derramando además una música divina inaudible, lo que no es poco.
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Esta imagen, llena de poesía, tuvo que echarla por tierra otro señor, con cara de monja, de nombre Copérnico, al que le siguió la corriente el espécimen más parecido al abuelo de Heidi que haya pisado el mundo, llamado Galileo, que se retractó para que no le ardieran los glúteos en el santo fuego de la razón celeste. Algunos dirán que se vive mejor en la Tierra creyendo que es un planeta más, pero el sistema de Ptolomeo inspiró ese libro tan divertido que es la Divina Comedia (Cuyo autor tampoco era un bellezón y se pasó la vida flipao por una tipa que había visto dos veces en paseos florentinos), mientras que el de Copérnico apenas ha inspirado algún capítulo de Star Trek.
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En los siglos posteriores la cosa empeoró: la mitad de las Matemáticas se la inventaron entre Euler y Gauss, y mi pie izquierdo, qué queréis que os diga, me parece más atractivo que los dos juntos. Newton, con toda su cara de estreñido, se empezó a marcar leyes y a ponerles, egocéntrico él, su nombre: Primera, Segunda, Tercera Ley de Newton; la Historia posterior fue un no parar: desde la Unidad de Fuerza, un asteroide y un cráter de la luna, hasta los Apple Newton, el test Newton para saber el sexo del bebé y Olivia Newton-John, pareja cinematográfica de quien definitivamente demostró que la belleza no estaba reñida con la caspa. Del siglo XX no podíamos esperar menos: Max Plack y Albert Einstein, que le enmendaron la plana pero bien a Newton, eran más feos el uno que el otro, con la ventaja de que lo sabían, porque lo sabían todo desde niños. Luego ya me pierdo: que si la materia no existe, que si es sólo energía recalentada y pegadita, que si a nivel particular los electrones hacen lo que les sale de los quarks, etc. Y los pontífices de lo que ha sido la lógica difusa han venido repitiendo que si la belleza es una magnitud no mensurable, cosa que seguramente dijo por primera vez alguien muy, muy feo. Tranquilos, no voy a hablar de Stephen Hawking.
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De los gobernantes no podría esperarse gran cosa. En los Estados Unidos, el único que tenía su polvillo, como lo reconoció Marilyn, era Kennedy, y así acabó. En el caso de los dictadores, no se entiende como gente tan fea se mira tanto al espejo. Y en las democracias, la fealdad es algo previsible en algo que tiene como antecedente a Pericles, que todo el mundo sabe que cuando la peste de Atenas su mujer le animó a que diera una vuelta por la ciudad para aclararse las ideas.
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En cuanto a los escritores, forman el gremio feo por excelencia. Entre Dostoievski y Shakespeare no sumarían media dentadura, y alguno (Giacomo Leopardi, Nicolai Gogol, Lewis Carroll), ante la desesperación, prefirió morir virgen, habiendo fotografiado, en el caso de este último, mucho niño desnudo, ante la complaciente mano de la Reina Victoria. En España, muchos prefirieron no dar ni la cara, y de los que sí lo hicieron (Fray Luis, Quevedo, la Pardo Bazán, Valle Inclán, Miguel Delibes, Lucía Etxebarría) no podemos hablar en estos momentos por indisposición de vientre.
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En conclusión: las dos alternativas vitales que se nos presentan cuando salimos de la lobotomía infantil son: a) ligar viernes y sábados y vísperas de fiestas de guardar, o b) cambiar el mundo. Así no se puede. Qué horror de Humanidad, no hay un descanso. No le dejan a uno ni ser guapo.
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De toda esa península desastrosa y onfaloscópica llamada Balcanes, sólo podría salvar a Alejandro Magno, que estaba bastante macizorro (porque si un rey macedonio no tiene un cuerpo danone, apaga y vamonós [risas de fondo]) y que le echó huevos al asunto (con 34 años tenía un imperio donde no se ponía el sol, o sólo a ratos) y, ya que sale el tema del sol, salvaría también a un heleno, que para colmo nació en Egipto, llamado Ptolomeo, al que se le ocurrió la loable idea de que la Tierra fuese el centro del Universo y los demás cuerpos girasen en torno a ella en orgánica procesión, derramando además una música divina inaudible, lo que no es poco.
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Esta imagen, llena de poesía, tuvo que echarla por tierra otro señor, con cara de monja, de nombre Copérnico, al que le siguió la corriente el espécimen más parecido al abuelo de Heidi que haya pisado el mundo, llamado Galileo, que se retractó para que no le ardieran los glúteos en el santo fuego de la razón celeste. Algunos dirán que se vive mejor en la Tierra creyendo que es un planeta más, pero el sistema de Ptolomeo inspiró ese libro tan divertido que es la Divina Comedia (Cuyo autor tampoco era un bellezón y se pasó la vida flipao por una tipa que había visto dos veces en paseos florentinos), mientras que el de Copérnico apenas ha inspirado algún capítulo de Star Trek.
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En los siglos posteriores la cosa empeoró: la mitad de las Matemáticas se la inventaron entre Euler y Gauss, y mi pie izquierdo, qué queréis que os diga, me parece más atractivo que los dos juntos. Newton, con toda su cara de estreñido, se empezó a marcar leyes y a ponerles, egocéntrico él, su nombre: Primera, Segunda, Tercera Ley de Newton; la Historia posterior fue un no parar: desde la Unidad de Fuerza, un asteroide y un cráter de la luna, hasta los Apple Newton, el test Newton para saber el sexo del bebé y Olivia Newton-John, pareja cinematográfica de quien definitivamente demostró que la belleza no estaba reñida con la caspa. Del siglo XX no podíamos esperar menos: Max Plack y Albert Einstein, que le enmendaron la plana pero bien a Newton, eran más feos el uno que el otro, con la ventaja de que lo sabían, porque lo sabían todo desde niños. Luego ya me pierdo: que si la materia no existe, que si es sólo energía recalentada y pegadita, que si a nivel particular los electrones hacen lo que les sale de los quarks, etc. Y los pontífices de lo que ha sido la lógica difusa han venido repitiendo que si la belleza es una magnitud no mensurable, cosa que seguramente dijo por primera vez alguien muy, muy feo. Tranquilos, no voy a hablar de Stephen Hawking.
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De los gobernantes no podría esperarse gran cosa. En los Estados Unidos, el único que tenía su polvillo, como lo reconoció Marilyn, era Kennedy, y así acabó. En el caso de los dictadores, no se entiende como gente tan fea se mira tanto al espejo. Y en las democracias, la fealdad es algo previsible en algo que tiene como antecedente a Pericles, que todo el mundo sabe que cuando la peste de Atenas su mujer le animó a que diera una vuelta por la ciudad para aclararse las ideas.
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En cuanto a los escritores, forman el gremio feo por excelencia. Entre Dostoievski y Shakespeare no sumarían media dentadura, y alguno (Giacomo Leopardi, Nicolai Gogol, Lewis Carroll), ante la desesperación, prefirió morir virgen, habiendo fotografiado, en el caso de este último, mucho niño desnudo, ante la complaciente mano de la Reina Victoria. En España, muchos prefirieron no dar ni la cara, y de los que sí lo hicieron (Fray Luis, Quevedo, la Pardo Bazán, Valle Inclán, Miguel Delibes, Lucía Etxebarría) no podemos hablar en estos momentos por indisposición de vientre.
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En conclusión: las dos alternativas vitales que se nos presentan cuando salimos de la lobotomía infantil son: a) ligar viernes y sábados y vísperas de fiestas de guardar, o b) cambiar el mundo. Así no se puede. Qué horror de Humanidad, no hay un descanso. No le dejan a uno ni ser guapo.
42 comentarios:
David Leo García NO
Pesonalmente, Valle me pone mogollón.
Personalmente, digo.
Y a mí Lucía Etxebarría. ¿Discutimos?
A mí Valle to burro me pone.
To berraco.
Discutamos, pues. Pero he de advertir que soy de natural pusilánime.
Pechoanalmente?
Lo siento, tengo que decirlo...
Bécquer era guapo. Sí, lo era...
Analmentequé?
la Pardo Baz...
Valle Incl...
Alfredo Taj...
Paco Cumpi...
¡uuuhhh!!! ¡Festival de ingenio! ¿Quién da más?
Lean de nuevo la entrada, atentamente; recapaciten después.
Está claro:
Pech -- o-- analmente
Entonces, ¿tengo un polvillo?
Happy birthday...Mister President....
Y yo. ¿Tengo o no tengo un polvillo?
Veo que la cosa va hoy de Festival del Humor Español. En fin, y una antología de poetas feos ¿qué os parece?
ABZ
Sí, sí, me apunto a la antología de poetas feos, sí, sí. Aún mejor, pidamos una subvención para fletar un avión de poetas y poetisas a "Cambio Radical"¡¡¡¡
¿Escribirá versos Ashton Kutcher? Ese sí que es un peazo de poeta. El resto es silencio. Aprended, poetas ensimismados en endecasílabos y endechas enervantes.
Ashton, y el resto de la Cultura de la Humanidad, a las piras.
Viva Demi Moore (lagarta...)
¿Se enamorará Ashton Kutcher de mi si lee este comentario?
PLAGIARIO
UN SALUDO
Después del hito que marcó Leopardi, hay más de uno, de dos y de diez a los que se les puede hacer un apaño. Así están las cosas.
¡Sois unos delicaos!
De acuerdo en eso, Misscarrusel.
¿Quedamos?
Pa frotarnos, digo.
Con ropa, si usted quiere.
A mí me da igual
Frotémonos, pues.
¿Quién empieza?
¿Tienes messenger?
En cualquier caso, un frotamiento digno exige simultaneidad en el movimiento de las partes implicadas. De las partes de las partes implicadas, en realidad.
Ah, ah.
¿Te gusta?
Llevas razón. Me refería a que quién rompía el hielo. Una vez roto, nos frotaríamos simultánea, indistinta o alternativamente.
Ya lo decía el poeta: lo difícil es llegar a la cama. Una vez puestos...
¿Tienes webcam?
He dicho.
¿Jules et Jim?
Intento comprender pero ya no.
Buscaré entre mi ropa interior.
AA
¿Hablando de feos y no salgo yo? Pincharme y verésis. No bebáis ginebra en vasos de plástico, niños.
Aquí salgo de jovezno...
voto por la A
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jajaj, curiosa Historia de las Ideas
Alejandro Magno no tenía un cuerpo macizorro. Sería un pastor de cabras, con una pelliza de pelo de las que tocan en Radio Pinomar. Lo que pasa es que vemos demasiado cine...
Ashton sigue sin llamar...
¿Para cuándo un programa en Radio Pinomar, David Leo?
Tu futuro, negro, está ahí.
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